Ya estamos asomando la nariz al sol, sandalias, camisetas… el verano ha llegado como de golpe, así sin avisar… por sorpresa.
Nos merecemos un descanso, un parón, cambiar de aires: mar, montaña, excursiones por el día y salidas nocturnas. Nos hace falta desconectar, cambiar lo cotidiano por la sorpresa, por lo inesperado, no tener prisas, y el mínimo de obligaciones.
Recuperar el tiempo para darnos gusto, encontrarnos con gente que hace tiempo que no vemos, o volver a vernos pero de otra manera, con más sosiego. Arrancarnos la rutinas de encima e improvisar… Nos hace falta re-encontrarnos con el sol, y con las sombras de los árboles, y con la brisa… Nos hace mucha falta.
Tenemos un par de meses por delante para resetearnos.
Igual ahora no nos lo parece, pero ¡haced memoria!, tras este descanso volvemos con garbo, con inquietudes, con ganas de hacer cosas, de ocuparnos, de llenar los tiempos y los espacios.
Yo ya estoy en ello, preparando espacios confortables, divertidos, dinámicos; para mirar al otoño a la cara, de frente, casi con chulería, que vea que no nos pilla «aplatanados«, deprimidas o perezosos. ¡Que no!, que tenemos ganas de movernos, de darle la vuelta a todo, de conocer gente nueva… y de vivir mejor.
Ya lo dice Castanedo: «no tenemos una vida, ¡somos una vida!»
Os espero así, con energía, espitosas, curiosones, inquietas, renovados… (mezclo femenino y masculino para deciros que esto va para todo el mundo).
Preparémonos para el otoño, que está cerquita, rondándonos, a la vuelta de la esquina.
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y luego… dadle vuelta a las agendas, que también después del verano hay que encontrar un ratico para cuidarse y darse un gusto…
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