La violencia contra las Mujeres queda definida por Naciones Unidas como aquella que se ejerce sobre la mujer por la adscripción de esta al género femenino y que impacta de manera negativa sobre su identidad y bienestar social, físico o psicológico, de esta forma distingue de la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género.

Esta violencia es estructural, es decir, nace y se mantiene en y por el propio sistema que, pese a los logros alcanzados, continúa perpetuando las desigualdades, denostando y devaluando lo femenino. La calificación de esta violencia como mal social colectivo y como conducta reprobable ha sido reciente, es en 1993 cuando la Asamblea de la ONU la define y declara como delito.

Esta violencia se ejerce con un objetivo:  mantener la posición privilegiada de unos respecto a otras y para ello atraviesa todos los escenarios:

  • en lo simbólico: uso del lenguaje genérico -con un masculino que incumple la primera norma de la RAE: el orden alfabético, apropiación de los cuerpos femeninos como objeto de deseo, invisibilización de los saberes y aportaciones femeninas al conocimiento humano -deportes, cultura, investigación…-, etc.
  • en lo social: división sexual del trabajo: se sigue atribuyendo a las mujeres la responsabilidad de las tareas de cuidados -falta mucho aun para alcanzar la corresponsabilidad-, menor tiempo de disfrute del ocio, moralidad de doble rasero y mayor control social que penaliza doblemente las «desviaciones» de las mujeres a la norma, etc.
  • en lo económico: techo de cristal: imposibilidad de promocionar a puestos de mayor responsabilidad y de toma de decisiones, menores salarios a igual trabajo, mayor tasa de desempleo, mayor nivel de excedencias laborales para hacer frente a trabajos de cuidado con lo que disminuye la percepción por sus pensiones de jubilación, mayoritariamente y en solitario son cabezas de familia de hogares monoparentales… y así hasta llegar al fenómeno denominado «feminización de la pobreza«, con el 70% de la pobreza mundial en manos de mujeres.
  • en lo político: sobre-representación masculina en puestos de poder, perpetuación de un modelo jerárquico y vertical, etc.
  • finalmente y coronando la punta de este iceberg, emerge la violencia con uso de la imposición y de la fuerza física.

Sin embargo, la sociedad no percibe la interrelación entre estas manifestaciones de violencia contra las mujeres, de tal forma que la dramática e irreversible sangría de mujeres asesinadas a manos de parejas o ex-parejas son enmarcadas en el cajón de sastre de los alcohólicos, locos, «marginados» o inmigrantes -definiendo el problema en términos individuales, proveniente de otras culturas «menos desarrolladas» o de los «fuera del sistema«.

Peligroso, muy peligroso.  Este es justamente el camino para no cambiar nada, para perpetuar un sistema enfermo, para mantenernos en el silencio y en la complicidad.

Se necesita revitalizar las acciones de sensibilización en la población que tiene la responsabilidad de implicarse en un cambio profundo, y las de formación en profesionales cuya tarea es hacer frente a esta lacra desde el puesto que cada cual ocupe, de la forma más coordinada, cálida y rigurosa posible.

Acciones ambas que están contempladas en las leyes estatal y navarra de protección integral contra la violencia de género.

Como bien dice Marcela Lagarde«Cuando el género se mueve, todo se mueve»

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