Esta semana he desarrollado una sesión de trabajo dentro del plan de formación del Centro de Atención a Familias (CAF) de un municipio navarro. Es un recurso singular que promueve la atención integral a las familias dando cobertura a sus necesidades en las distintas fases de su ciclo vital, apoyándose en la metodología del acompañamiento. Nace con vocación preventiva y el trabajo se realiza a partir de un equipo interdisciplinar.  Hasta donde conozco, es el único recurso de este tipo en Navarra.

Esta sesión se desarrolló con madres y padres de niñas y niños con edades comprendidas entre  0 a 12 meses y el tema propuesto fue la corresponsabilidad.  Este termino hace referencia, en el caso que nos ocupa, a la responsabilidad, obligación y compromiso común que afecta a dos o más personas respecto a los trabajos del cuidado, necesarios para el sostenimiento de la vida.

Si bien es cierto que un logro fundamental en relación a los Derechos Humanos ha sido el acceso de las mujeres al ámbito público, a la formación, al empleo y al ocio, no es menos cierto que no se ha alcanzado en igual medida la asunción por parte los hombres de las tareas y roles asignados al ámbito del hogar. Esto supone para la mayoría de mujeres que ejercen su derecho a su independencia mediante el desarrollo profesional y laboral, que han de realizar una doble y triple jornada que supone, entre otras cosas: problemas derivados de salud, renuncia a su tiempo de ocio… En las sociedades modernas, éste es uno de los principales caballos de batalla por la igualdad real.

Luis Bonino ha estudiado con detenimiento la evolución de las formas de machismo, describiendo el desarrollo de un nuevo fenómeno que ha quedado consolidado en las sociedades desarrolladas,  los micromachismos (Mm): el abuso adquiere un aspecto nuevo, naturalizado y normalizado hasta la invisibilidad. Los clasifica en 4 categorías. Bajo la denominación de «utilitarios» se refiere a:

«aquellos que fuerzan la disponibilidad femenina usufructuando y aprovechándose de diversos aspectos «domésticos y cuidadores» del comportamiento femenino tradicional, para aprovecharse de ellos».

Revista La Cibeles Nº2, Ayto.a, Noviembre 2004

Hay que tener en cuenta que repartir responsabilidades afecta no sólo a la ejecución de las tareas, sino también (y casi diría, principalmente) a cuestiones como la organización,  la preparación, la previsión de las mismas – tareas previas a la ejecución-.  Como nos recordó una participante del taller, tener presentes las necesidades de otras personas implica un cambio radical en la concepción y en el orden de las prioridades a atender.

En esta línea, propuse al grupo la tarea de señalar, con papeles de diferentes colores, las tareas asignadas mayoritariamente a cada miembro de la pareja. Esta tarea cumplía varios objetivos, por un lado «descubrir» la asignación de roles, pasarlos al plano de lo consciente, visualizar el reparto de los tiempos y también la naturaleza de las responsabilidades: tareas con proyección externa -p.ej: hacer compras- , orientadas hacia lo afectivo -p.ej: dar consuelo-, trabajos más o menos ingratos -p.ej: realizar la limpieza del baño-…

Se trataba de darle una vuelta al «quién hace qué».  El otro objetivo está en relación a la forma en que tal asignación se ha hecho: ¿ha sido consciente o inconsciente?, ¿hemos dedicado tiempo a hablar de cómo vamos a organizarnos?, ¿ha sido prioridad establecer un reparto justo? ¿responde más bien a rutinas y a actos de improvisación? Una compañera del programa me lanzaba, momentos antes de iniciar el taller, una buena pregunta: ¿dedicamos más tiempo a elegir el modelo de coche que a debatir y estructurar las tareas y responsabilidades de los cuidados?.

Y podemos seguir preguntándonos: ¿Qué orientación propone la sociedad respecto al tema de la crianza y educación?, ¿Nos alienta a establecer mecanismos de diálogo y negociación, o más bien nos induce a creer que será «la fuerza del amor» quien resuelva por sí misma esta compleja situación?

Aunque, por la limitación de tiempo, no pudimos desarrollar esta interesante reflexión, ahí quedan estas cuestiones para compartir, debatir, repensar…

Distribución, según sexo, del trabajo de los cuidados.

Distribución, según sexo, del trabajo de los cuidados.

El reparto de tareas está intrínsecamente relacionado con el desarrollo afectivo de la relación. No es algo baladí, sino que implica unos previos, un punto de partida a partir del cual se va a sostener la relación. Aproximarse a la pareja como igual, implica entender sus necesidades y sus demandas, en términos de derechos. Por tanto no negociables.  Sí negociables en las formas, ajustando espacios y estilos de organización y de manejo, como es menester en todas las relaciones humanas, pero sin que ello implique la renuncia de una de las partes a atender en igual medida sus necesidades y aspiraciones, que es un derecho básico.

Uno de los puntos de análisis en el grupo de trabajo fue el impacto que tiene alcanzar un equilibrio justo en las tareas organizativas y de afectos, sobre los tres ejes familiares: ámbito individual: hombre y mujer, ámbito de pareja y ámbito filial: hijas e hijos. Compartir la organización, el cuidado, la educación, el acompañamiento y el afecto de las personas dependientes en casa, implica una distribución justa de los tiempos de vida de mujeres y hombres.

A continuación describo las conclusiones del grupo de trabajo, en relación a las consecuencias:

  • En los individuos:
    • en las mujeres: aumenta el tiempo disponible para dedicarlo a cubrir otras necesidades o inquietudes (ocio, auto-cuidados, socialización…)
    • en los hombres:
      • aumenta la valía en relación con habilidades parentales.
      • Aumenta también el grado de satisfacción derivado de la vinculación afectiva con el bebé.
  • En la pareja:
    • la renuncia a mantener una estructura abusiva implica la validación de la relación en términos éticos, lo que alienta la creación de alianzas y de complicidad y por tanto de confianza e intimidad entre sus miembros, así como un mayor ajuste en relación a las necesidades y prioridades de ambos.
    • el descenso del agotamiento en una de las partes se traduce en la disminución de los niveles tensión (tan elevados en época de crianza) y favorece el aumento de la empatía.
  • En hijas e hijos:
    • Ofrece un modelo diferente, desnaturalizando la discriminación como forma de relación válida. Sustenta valores éticos como la justicia, la igualdad, la reciprocidad y la defensa de los derechos humanos.
    • Les permitirá en un futuro discriminar relaciones abusivas y podrán por tanto seleccionar la relaciones en términos nutrientes y de calidad.
    • Este modelo de relación previene también la violencia de género y otras violencias.

 

Sólo me queda agradecer al grupo vuestro trabajo, reflexiones, implicación y honestidad. Y animaros a continuar ejerciendo vuestro derecho a formaros, a recibir apoyos y a reclamar otra forma de hacer, más justa e igualitaria, que ofrezca una posibilidad real a vuestras hijas e hijos de construir un mundo, sin duda, mejor.

Para seguir aprendiendo, comparto la guía «La corresponsabilidad también se enseña», elaborada en 2013 por el Instituto de la mujer en colaboración con la Confederación Sindical de trabajadoras y trabajadores de la enseñanza (STES)

 

 

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