En lo últimos tiempos, el feminismo ha caído en “desgracia”, tiene mala prensa. Personalmente me noto precavida, cuidando mucho los espacios en que me declaro feminista, cuidando mucho lo que digo y lo que no digo… sobre todo lo que no digo. De forma cada vez más recurrente voy encontrándome personas que coinciden diciendo que el feminismo viene a ser lo mismo que el machismo. O sea mujeres que odian a los hombres. Y entonces va y se declaran… «¡igualistas!». ¿Igualistas, en serio?!
Creo que hay varios motivos para este despropósito. Históricamente, cuando los colectivos discriminados van avanzando en el reconocimiento de sus derechos y conquistando espacios de igualdad, el sistema reacciona y se rearma para impedir que se consoliden estos logros. Los derechos pasan a ser concesiones. No me refiero sólo al tema de la igualdad de género, ahora mismo podemos observar un rearme de los discursos xenófobos, aquí al lado, en Europa (Francia, cuna de las libertades; Gran Bretaña…)
En temas de igualdad de género se da, por ejemplo, el fenómeno denominado “espejismo de igualdad”, que consiste en dar por alcanzados unos derechos que, aun cuando de facto es obvio que se incumplen, sí quedan recogidos en la legislación. Esto hace que no se perciban de forma clara algunas de las discriminaciones que ahora se desarrollan encubiertas bajo formas más sutiles, en lo que vienen a denominarse micro-machismos (Luis Bonino acuñó el término), es decir machismo -o sea, abusos, violencias…- de «baja» intensidad. De «baja» por lo de detectarlos, no por los daños personales y sociales que causan. Una de las estrategias para impedir su detección es la apariencia de diferenciación natural (argumentaciones biológicistas, apelación al instinto… no es nuevo pero vuelve con fuerza!…) lo que no son sino discriminaciones por razón de sexo.
Los medios de comunicación igualmente confunden, de forma estratégica, las premisas igualitarias reivindicadas por los feminismos, presentando de forma estereotipada mujeres que imitan el modelo hegemónico masculino, identificándose con él. Es decir, mujeres violentas, en acción, con estilo de liderazgo competitivo y agresivo, controladoras, frías, desprovistas del mínimo atisbo de empatía…. No es esto el feminismo.
El feminismo defiende un nuevo modelo político, económico, social y personal (Amaya Pérez Orozco es referente imprescindible). Lo defiende y lo ha defendido siempre, SIEMPRE, de forma coherente y pacífica. Con el objetivo de preservar la diversidad en todas sus manifestaciones, desde un concepto vital respetuoso, abierto, creativo y sobre todo libre, donde las identidades no estén predeterminadas ni encorsetadas en un modelo único, rígido y determinista.
El machismo es rígido, inflexible, determinista, es una ideología sustentada en el abuso y en la dominación. De hombres sobre mujeres, pero también de hombres sobre otros hombres, y de hombres sobre el propio ecosistema que les sustenta (recomiendo revisar a Yayo Herrero, Antropóloga Social y Cultural, Educadora Social, tiene estudios avanzados en pedagogía y es también Ingeniera Técnica Agrícola).
Feminismo y machismo no tiene nada en común. N-A-D-A.
Nos toca seguir trabajando para desestigmatizar un movimiento político, cultural, económico y social de semejante calado cuyos logros dignifican la vida de las mujeres y de los hombres, y contribuyen incansablemente a la transformación de una sociedad éticamente sostenible, justa y libre de violencias. Estos logros son los que han permitido, entre otras cosas, que hoy podamos continuar reivindicando, por ejemplo, el derecho a nuestra participación en todos los ámbitos públicos.
Te invito a pensar…. ¿de verdad no eres feminista?, ¿¿de verdad??
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