Con motivo del día contra la violencia de género (25N), la Asociación Marecilla, de Marcilla (Navarra), organizó una serie de actos reivindicativos. Entre otros, la celebración de un cine fórum que tuvo lugar en un lugar tan emblemático como su recién restaurado castillo.

La película proyectada fue: «Nagore» de la directora navarra Helena Taberna. Yo tuve a cargo la dirección y moderación del visionado y posterior debate. Introduje a la figura de la directora haciendo un breve recorrido por su apasionante y comprometida trayectoria.

«Helena Taberna inicia su carrera audiovisual como coordinadora de Nuevas Tecnologías en el Gobierno de Navarra y a partir del 1994 se dedica exclusivamente al cine. A lo largo de su carrera como directora, ha recibido el reconocimiento del público y de la crítica, tanto nacional como internacional. Con cuatro largometrajes en su haber, además de varios cortometrajes, la trayectoria de esta directora – una de las cineastas más premiadas del cine español – está marcada por la coherencia en la elección de sus proyectos y por un estilo cinematográfico muy personal.

Su primer largometraje, Yoyes, película española del año 2000 más premiada internacionalmente junto con El Bola.

carátula película Yoyes

carátula película Yoyes

Su segundo largometraje fue la película documental Extranjeras, producida por su propia empresa, Lamia Producciones, seleccionada a concurso en la Seminci de Valladolid en 2003.

En 2008 estrena La buena nueva, película que recoge con fidelidad histórica el apoyo de la Iglesia Católica al levantamiento contra la República en la Guerra Civil, a través de la mirada de un párroco destinado a un pueblo de la retaguardia. Inspirada libremente en la historia real del sacerdote Marino Ayerra, tío de Helena; el filme se distribuyó con éxito en 80 salas y recibió 15 galardones en festivales internacionales.

Inició en 2003, a través de Lamia Producciones, la línea editorial de los materiales didácticos para acercar el análisis del cine y género a espacios educativos, culturales y sociales.

En 2006, junto con otras directoras funda CIMA, As. de mujeres cineastas y de los medios Audiovisuales. forma parte de la Junta.

En 2010, octubre se estrena la película documental Nagore, éxito en la Seminci de Valladolid en 2010″

Lo que se denominó «El caso Nagore» sigue en vigencia en la actualidad. Con un impacto social y mediático nuevo hasta ese momento (más de 150 periodistas acreditados durante el juicio), el juez permitió la celebración del juicio de puertas abiertas, facilitando grabación de imágenes y sonido ante al magnitud de la cobertura mediática.

El artículo 22 de la ley foral de medidas integrales contra la violencia sexista determina que:

La Administración de la Comunidad Foral y las entidades locales promoverán, a través de organismos de igualdad o entidades y asociaciones entre cuyos fines se encuentren la defensa de los derechos de la mujer, el ejercicio de la acción popular en los casos más graves de violencia sexista si la víctima así lo solicita o cuando la acción delictiva provoque la muerte de ésta.

Acogiéndose a este artículo se personaron como acción popular desde numerosas instancias, entre otras: el INAI,  el Ayuntamiento de Pamplona (a través de su letrado), hubo también representación del Parlamento, de las Juntas generales de Irún…

Tras la presentación de la directora, realizamos el visionado del documental.  Duro documental. Necesario también, desde mi punto de vista para mantener la memoria, no sólo de Nagore y su familia, sino la histórica, la nuestra. Es importante revisar cuál fue la posición de la ciudadanía en ese momento de nuestra historia reciente, también analizar algunos pormenores del proceso que nos continúan abofeteando las conciencias.

La película plantea varios debates subterráneos y trata de interpelar al espectador sobre cuestiones espinosas: la conveniencia y preparación de los tribunales del jurado y las estrecheces de la ley de violencia de género, que no ampara este caso.

Acerca de los tribunales de jurado, podemos interrogarnos no únicamente sobre su idoneidad para enfocar con valentía complejos aspectos legales, sino también para abordar cuestiones éticas de primer orden: llama poderosamente la atención la intervención de uno de sus miembros al preguntar a Asun (su madre) si su hija era muy ligona. «¿A quién se estaba juzgando?», se indigna la madre.

No se pudo aplicar otra justicia que la que marca la propia Ley de protección integral contra la violencia de género que proclama en su artículo primero que
La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.
La sentencia recoge el abuso de superioridad, pero nada más porque el autor y su víctima no se conocían y no habían mantenido ninguna relación.
El otro motivo que nos interpela es la interpretación de los hechos, al ser  Diego Yllanes condenado finalmente por asesinato y no por homicidio.  No olvidemos que el psiquiatra le propinó una brutal paliza que le partió el labio y le amorató los ojos y le causó gravísimas lesiones internas. Tras un breve intervalo en que ella consiguió hacer una malograda llamada al 112, la estranguló, le llegó a cortar un dedo, la metió en bolsas de plástico, limpió el piso a conciencia y buscó la ayuda de un amigo para deshacerse del cadáver.
¿De verdad no hay alevosía?
El debate tras la película, incluyó otras cuestiones. La idea de amor romántico, que subyace al idea de las relaciones amorosas y que aparece en el documental en la definición que una amiga hace de Nagore; nos preguntamos acerca de tratamiento de los medios de comunicación al informar de los feminicidios; acerca del «perfil» del asesino: ¿Responde a la imagen que tenemos del agresor de Violencia de Género?, ¿cómo y dónde se crea esa imagen?; hablamos de los roles de género y de la indefensión en que nos colocan y de las otras violencias estructurales (las económicas, las simbólicas…) con que acostumbramos a vivir las mujeres de forma cotidiana; hablamos también de la socialización del miedo como medida de control de las mujeres y del impacto de los asesinatos en nuestro imaginario “Soy incapaz de ir a algún lado si no me acompaña alguien”, dice una amiga tras el asesinato; y de sororidad, hablamos de sororidad, recordando aquella frase del 7N«¡¡Si matan a una, nos matan a todas!!»
Por último quiero destacar la capacidad de análisis y la intensa participación del grupo. Mi enhorabuena a las organizadoras de la Asociación.  Estas acciones son tan dolorosas como necesarias. Estamos haciendo cambios, renqueando, más lentos de lo que quisiéramos y, a menudo, de lo que la propia realidad nos exige,  pero los estamos haciendo.
Una vez escuché a alguien decir esta preciosidad:

«vamos despacio porque vamos lejos»

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