Vengo trabajando un tiempo con algunas parejas en las que me encuentro dificultades semejantes. Cómo definir la relación en un término intermedio entre el espacio común y el diferenciado. Aquí es donde chocamos muy a menudo, sobre todo por que la socialización diferencial entre mujeres y hombres nos construye de forma tan distinta que luego nos cuesta entendernos: formas diferentes de vivir y expresar las emociones (especialización en las mujeres, represión y control en los hombres), la sexualidad (libertad y prestigio para el hombre, control social hacia las mujeres -todavía hoy-), la independencia con un valor fundamental masculino -signo de hombría-, frente a la dependencia, la búsqueda de aprobación y el ser para otros -característica identitaria femenina-. El modelo amoroso romántico, tan en alza hoy en día,  tampoco induce las mismas expectativas en mujeres que en hombres.

No me voy a extender. El caso es que a menudo me pillo pensando algo así como «con todo este lío que tenemos montado, ¡cómo todavía hay parejas que encuentran el equilibrio!». Me sorprende, cada vez más, ¡en serio!. Porque una sociedad que crea dos mundos paralelos, no sé cómo tiene luego el atrevimiento de esperar que se crucen ¡y se entiendan! Bueno, pues en esto estaba cuando ¡va y se cruza conmigo esta frase de Danah Zohar!

Uno de los principales criterios para una elevada inteligencia espiritual es ser lo que los psicólogos denominan ‘campo independiente’. Significa ser capaz de plantarle cara al mundo o sostener una opinión impopular si uno cree en ella de verdad.

No ha podido llegar en mejor momento. Os cuento algo de Zohar, esta filósofa, psicóloga y física centra su trabajo en investigar la psicología personal y la de la organización empresarial y social. Propone un nuevo concepto: inteligencia espiritual, como un aspecto de la inteligencia que va más allá de la medida tradicional de coeficiente intelectual y las diversas nociones de la inteligencia emocional.  Desde luego tiene una trayectoria muy interesante, en este enlace podéis curiosear más.

Para mí, la cuestión de la presión va intrínsecamente unida al poder.  Presionamos para reconvertir lo que es en lo que queremos que sea. Para modelar, para re-crear a la otra persona a nuestra medida. También buscamos a veces que se hagan cargo de mis necesidades. Nos queda por hacer un gran trabajo respecto a la aceptación, -tomar lo que se pueda, lo que nos demos, lo que coincida…, aprender de lo que no y hacernos cargo cada cual de nuestras necesidades- que junto con la búsqueda equilibrada de espacios comunes, debiera definir las relaciones de pareja. 

Tarea pendiente: aprender a auto-afirmarnos: resistir a la presión, ir contracorriente, hacer lo que nos dé la gana, confrontar, enfrentarnos a lo que se espera de nosotras, de nosotros. O sea, contactar, sentir, legitimar los propios deseos y necesidades, darles un espacio, un lugar, no por encima, sino al lado de las de otras personas. Que caben, caben todas.

Expresarlas, darlas a conocer para establecer un pacto a partir de ahí. Esto soy, esto necesito, ¿dónde estás tú? ¿Podemos crear algo juntos, coincidimos, dónde intersectamos?

Y en medio de todo esto, va y me encuentro con el maravilloso discurso de Steve Jobs en la ceremonia de graduación de Stanford. Tengo que reproducir una parte. De verdad, tengo que hacerlo

«El tiempo es limitado, no lo malgasten viviendo la vida de otro, no se dejen atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros, no dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahogue su propia voz interior y lo más importante tengan el coraje de seguir a su corazón y a su intuición (…) sigan hambrientos, sigan alocados»

¡Pues eso, a seguir hambrientos, a seguir alocadas!

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