Una vez escuché a alguien distinguir entre tres conceptos: sinceridad, sincerinato y sincericidio.

Sincerinato: mezcla entre sinceridad y asesinato. Es la utilización de una aparente virtud como instrumento para dañar, zaherir, golpear a alguien, de múltiples formas, bien directamente amparándose en la cobertura de esta «cualidad», bien de forma encubierta bajo capas de sarcasmo… Da igual. El objetivo es imponer MI verdad sobre cualquier otra visión de la vida, corregir, enseñar a quien no sabe, desde una posición jerárquica de superioridad. Tiene poco de honesto porque realmente lo que se articula aquí es un sistema de auto afirmación mediante la destrucción de lo diferente, muy útil cuando nos encontramos en momentos de inseguridad, con una rabia-dolor que no sabemos o no podemos gestionar de forma adecuada. Y no es adecuada porque no cura las heridas, no aprendemos de nuestra experiencia, no encaramos nuestros dolores, no encontramos paz, no ponemos límites, no aclaramos nuestras relaciones. Vivimos arrastrando asuntos que no terminamos de cerrar nunca. Nos alejamosalejamos a las personas a quienes dañamos. Tal vez ésta pudiera ser una segunda función, alejar una intimidad que percibimos como peligrosa, así lo dicta nuestra experiencia. Nos protegemos dañando.  Cómo es aquello de… «pega más fuerte quien pega antes».

Utilizamos el sincericidio cuando nos mostramos de forma abierta, transparente, compartiendo asuntos íntimos y privados en espacios o con personas que no son seguras, desprotegiéndonos, poniéndonos en el punto de mira de quién no tiene escrúpulos y se dedica a acribillar a quien puede únicamente para mantenerse alejado de sus propias incertidumbres. Nos ponemos a tiro de las y los francotiradores emocionales. La vulnerabilidad es muy peligrosa para quien no sabe convivir con ella. El sincericidio es una forma de suicidio. A menudo sinceridad y sincericidio se complementan.

 

 la persona sincericida se exponen ajenos al peligro.

 

La sinceridad es otra cosa. La practicamos en espacios seguros, (hasta donde podemos saber… dando por sentado lo incierto de las relaciones y de la vida). Buscamos compartir lo que somos, nuestra vulnerabilidad, nuestras certezas, certezas que mañana pueden no ser. La sinceridad no habla de las demás personas, habla de sí, de lo que se quiere ser, de lo que no puede ser. No da lecciones, porque no las tiene. Habla para ser escuchada, para ser comprendida. Como quien habla en alto para aclararse, porque poner nombre a lo que se siente es el primer paso para aceptarlo. Es lo que Carl Rogers denomina «el darse cuenta».

 

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