Comparto con vosotras y vosotros algunas ideas y reflexiones derivadas de la I Jornada de Psicología de la intervención Social: “Sistema de protección a la infancia y adolescencia en dificultad social», realizadas en Pamplona (Navarra).
El Colegio de Psicología plantea estas Jornadas con los siguientes objetivos:
- Fomentar el intercambio profesional,
- Favorecer el desarrollo de nuevas formas y herramientas para abordar estas situaciones de desprotección.
- Elaborar propuestas y recomendaciones estratégicas que sirvan de guía desde los distintos recursos.
La primera ponencia corrió a cargo de JOAQUÍN DE PAÚL OCHOTORENA. Es Catedrático de Psicología Social de la Universidad del País Vasco. Su actividad investigadora se ha desarrollado desde hace casi 30 años en temas relacionados con la protección social de la infancia tanto de carácter básico como aplicado. Su Manual de Protección Infantil ha sido especialmente útil para la formación de profesionales de los Servicios Sociales.
Ha sido miembro de varios comités internacionales para la prevención del maltrato infantil. Actualmente es Fellow del «Center for Social Policy” perteneciente al Dartington Social Research Unit (Devon, UK)
Aun poniendo en valor la mejora alcanzada durante los últimos tiempos en la detección e implantación de recursos para la intervención con menores en situación de dificultad social, insistió en la necesidad urgente de iniciar la reconversión del sistema de protección, de tal forma que se priorice el diagnóstico y la intervención temprana (adelantándose a las etapas prenatal y perinatal). Actualmente la detección se realiza alrededor de los 8 años, mayoritariamente en la escuela ante la manifestación de comportamientos graves.
Resalto su mención al desarrollo epinegético, cuya definición atribuida a Conrad Waddington (1905-1975) comparto:
“la rama de la biología que estudia las interacciones causales entre los genes y sus productos que dan lugar al fenotipo”.
Vamos a simplificar la definición. El fenotipo vendría a ser lo que se hace visible del genotipo (o sea de lo que viene marcado en el código genético) y lo que se muestra o no está en función del ambiente en el que nos desarrollamos. Es decir, y simplificando muucho, podríamos decir que es la interacción con el contexto en que se desarrollan niñas y niños lo que determina en gran medida la expresión de sus rasgos genéticos como las características de su morfología, de sus propiedades bioquímicas, de su fisiología y de su desarrollo y comportamiento.
Las investigaciones sobre el desarrollo epigenético señalan, por ejemplo, el enorme impacto de las vivencias de estrés sobre el desarrollo, especialmente cuando éste se da durante los momentos críticos de la evolución -en las etapas prenatales y perinatales fundamentalmente-. Así, De Paul se refirió a la correlación entre los niveles de cortisol – hormona del estrés- encontrados en el líquido amniótico y las conductas posteriores de niñas y niños (conductas de hipervigilancia, excitabilidad, desconfianza…). Podemos decir que el ambiente tóxico se instala en la genética.
La etapa prenatal es uno de los momentos cruciales para hacer prevención de forma temprana, reforzando el vínculo prenatal, consolidando las redes de apoyo necesarias para la crianza y para el equilibrio emocional de ambos padres, atendiendo y minimizando los factores de riesgo existentes.
Intervenir de forma temprana tiene al menos tres beneficios:
- se aminora el sufrimiento,
- se «recupera» potencial humano, evitando que esta población, de la que existe evidencia de su situación de riesgo, desarrolle en un futuro conductas antisociales o patológicas y posibilitando su potencial cooperador, activo y creativo.
- ¡y se consigue un importantísimo ahorro del gasto público!. La sanidad ya lo sabe y desarrolló programas preventivos basados en la evidencia, que inciden sobre las causas que generan las enfermedades evitables (programas anti-tabaquismo, detección de cáncer de mama, de colon, prevención de diabetes…). Existe un consenso político unánime, más allá del color del partido político que gobierne, en la implantación y el mantenimiento de estos modelos cuyos beneficios se observan a partir de los 15 años del establecimiento de dichas medidas.
Algún dato: las intervenciones familiares son ¡6 veces! más baratas que las medidas de acogimiento residencial. Las medidas de prevención son todavía más baratas que las intervenciones cuando las dificultades emocionales, relacionales y conductuales ya han aparecido.
¿Podremos logra los mismos consensos en las políticas de Derechos Sociales? ¿Lograremos incorporar también en este ámbito los mecanismos de gestión eficiente, transparencia y rendición de cuentas de los recursos públicos?
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